Había una vez una niña llamada Aina; ella no era muy alta, tenía el pelo castaño y los ojos azul cielo. Esa niña no creía en la Navidad.

Un día, antes de que empezara la Navidad, la niña le dijo a los padres:

-¿Existen los Reyes Magos? Dijo la niña.
-Sí, hija. Dijo el padre.
-¿Y por qué no los vemos en el día de Reyes? Dijo la niña
-Porque son mágicos, ¿por qué crees que encierran tanta ilusión en los niños, sus formas de vestir, sus cabellos largos, su simpatía y sus barbas tan entrañables? Dijo la madre.

La niña no paraba de darle vueltas a su cabecita de tan solo seis añitos. Cada día que pasaba esperaba con mas ansia a que llegara el anhelado día de Reyes. Soñaba noche tras noche que, junto a los tres Reyes, repartía felicidad e ilusión a todos los niños del mundo.

Por fin llegó el gran día, sus padres la notaban algo nerviosa, inquieta, pero era normal ya que se trataba de la gran noche, ¡la noche especial!

Aina subió a su habitación, no conseguía dormir, pero poco a poco fue cerrando sus ojitos y como un cuento de hadas la magia se acercó a ella... notó como suavemente le susurraban en su oído era Melchor. Cuando despertó vio delante de los pies de su cama a sus tres majestades, los Reyes Magos de Oriente, que fueron a buscarla para que se hiciera realidad su sueño, el que tuvo aquella noche, y acompañarlos repartiendo regalos para hacer felices a todos los niños del mundo.