Todo empezó, un día en casa jugando con mi pequeño hermano, cuando nuestra madre nos llamó.
Yo soy Marie, una chica de ocho años, con el pelo oscuro y unos ojos pequeños y marrones. Mi hermano se llama Alexander, es más pequeño que yo y tiene los ojos castaños como la miel. Mamá es bajita, su pelo es negro y liso, sus ojos azules, un poco achinados, y se llama Landichu, ya que su padre era chino.

Cuando nos llamó mamá, fuimos a la cocina, y escuchamos atentamente las cosas que nos mandaba hacer. Teníamos que ir a la entrada del Bosque Prohibido a recoger unas setas silvestres. Mamá nos despidió con un fuerte beso desde la ventana, y nos rogó que nunca entráramos en dicho bosque.

Ya en el camino, mi hermano no paraba de hablar, ¡¡¡ parecía una cotorra !!! Pasamos por un jardín de girasoles, todo era precioso. También anduvimos cerca de una granja de vacas y ovejas, donde nos paramos a descansar y contemplar el hermoso paisaje.

Estábamos muy cansados, y creíamos que no llegaríamos, pero ante nuestros ojos se elevó un enorme paisaje verde cuajado de inmensos árboles viejos..... ¡ PoR fIn HaBíAmOs LlEgAdO aL bOsQuE !
Empezamos a recoger las setas y entonces vi cómo mi hermano salía corriendo y a la vez decía :
-No me importa lo que diga mami, ¡yo quiero descubrirlo todo! -
Estaba muy nerviosa, así que solté la cesta que había llevado todo el camino para poder recoger la setas, y salí corriendo detrás del inquieto hermano que tengo. Este se metió en una cueva cercana, que encontramos por allí, y yo me metí detrás de él.

Al mismo tiempo que yo me metía en dicha cueva, asustados pudimos ver como un dragón verde y con cara de pocos amigos taponaba la única entrada y salida de la cueva. Así que mi hermano y yo nos quedamos encerrados. Estábamos muy, muy cansados, y como sabíamos que no podríamos luchar con ese enorme dragón, nos dormimos de cansancio.

Cuando abrimos los ojos nos encontramos en nuestra habitación, descansando plácidamente sobre nuestra mullida cama. Y además junto a mí, ...mi cesta llena de setas.

Yo creo que al dragón le dimos un poco de pena y por eso nos llevó por el cielo con sus enormes alas a casa.

Al final, mi hermano aprendió que siempre hay que hacer caso a las madres. Y además mamá nos hizo una rica sopa de setas.

[Paula Jiménez. 11 años]