En un leJano país, vivía una rica marquesa que tenía como mascota una hermosa gata que acababa de nacer y era muy pequeña. Tenía un color muy bonito, y como la gata era para la marquesa como una hija, la llamó como habría llamado a su niña, Catalina. Le gustaba jugar con el ovillo de lana que le había regalado su ama, dormir en su cesta decorada con pétalos de rosa...

Catalina todavía no había visto a ningún animal más pequeño que ella. Pero un día, mientras estaba durmiendo profundamente, una pequeña pulGa se puso frente a ella y cuando la gata se tumbó, la pulga aprovechó y se subió a la cabeza de Catalina.

Durante unos días, la gata estuvo incómoda. Le picaba todo el cuerpo. La marquesa, preocupada, le llevó al veterinario. Este le confirmó lo que ella pensaba, tenía pulgas.

Esa noche, CataLina se despertó varias veces. Sus primeros días los estaba pasando muy mal. El collarín que le había puesto el veterinario le molestaba y no podía moverse. Quería rascarse, pero no podía. Decidió pensar en otra cosa y se quedó dormida. A la mañana siguiente se despertó y, cuando abrió los ojos, vio a la pequeña pulga. Catalina se asustó. No sabía que hacer. Se iba a poner de pie para llamar a la marquesa cuando la pulga habló y le dijo:

Las palabras bonitas empleadas son: